lunes, 2 de noviembre de 2015

Pavor

Aprovechando que es lunes, os dejo a continuación algo que escribí hace poco.

Las instrucciones eran muy precisas, reservó la habitación a su nombre para que pudiera llegar antes, darse un baño, relajarse, limpiar SU cuerpo y SU mente por dentro y por fuera, debía secarse, echarse un rato desnuda sobre la cama, y simplemente esperar a que Él llegara, no le dijo hora, tampoco hacía falta; su única tarea era descansar y estar descansada para cuándo Él llegara.

Cuándo se despertó, pensó primero que algo no iba bien, no podía abrir los ojos, ni tampoco mover las extremidades, intentó respirar lentamente, había visto en un programa de televisión que había situaciones en las que la mente despertaba pero el cuerpo no, esperó pacientemente a que el cuerpo le reaccionara, o al menos lo intentó, a fin de cuentas lo suyo con la paciencia era una vieja pelea perdida; comenzó a impacientarse un segundo después, y entonces una lucecita le iluminó el pensamiento, recordó que había quedado con Él, con su Dueño, intentó llamarle, pero todo fue en vano.

Intentó estar alerta sin volverse demasiado loca, y entonces lo volvió a sentir, algo le hacía cosquillas en la planta del pie, intentó no pensar en ello, quizá fuera una mosca...

El tiempo pasaba lento, tan lento cómo en una de esas pesadillas en la que la aguja simplemente no se mueve, el segundero suena categórico tac, tac, tac, tac, tac, tac... y aún así la aguja no se mueve, el tiempo pasa y no pasa.

“¿Amo?” - Musita una queja.

Pero el Amo no le responde, le responde el silencio más absoluto, y de nuevo esa sensación de tener una mosca correteándole por la planta del pie.

Intenta pensar en otra cosa, lo intenta con todas sus fuerzas, pero el cerebro va a lo suyo, lentamente primero el miedo, y luego el terror va apoderándose de su pensamiento, de sus emociones, el cuerpo le tiembla incontroladamente, las lágrimas acuden raudas a los ojos, los dientes le castañetean.

Pavor.

Ya no es dueña de su cuerpo, ni de sus pensamientos, el alma la tiene encogida.

Comienza a llorar desconsoladamente, y entonces alguien le abraza, ¿alguien?

Lo recuerda todo de golpe, se ha dormido mientras Él la usaba, pero, ¿cómo ha podido dormirse?¿Cómo ha podido olvidar que Él la estaba usando? Como puede esboza una leve sonrisa mientras Él la abraza con un brazo y va retirando lentamente el antifaz, los tapones de los oídos, las ligaduras de las muñequeras, y con esa voz que tiene le susurra palabras que la calman, que la hacen volver lentamente entre sus manos, y después la cuida, y la mima, y la besa, y de nuevo la abraza, y no, no le permite mirarle a los ojos, aún no, debe tener un cabreo monumental, ¡dormirse mientras la usaba! Pero estaba tan, tan, tan cansada...

La corrige con un cable, los azotes llegan pausada y contundentemente, duelen, y no soporta ese dolor que se le mete hasta en la última célula que le llega al cerebro y lo pone todo patas arriba, y no obstante vuelve a dormirse.

El fin de semana pasa sin pasar, Él la ha dejado dormir, a fin de cuentas siempre le dijo que la quería en perfectas condiciones para usarla y ha entendido que estaba demasiado cansada, cuándo se despiden Él sonríe, ella está cabreada, Él la abofetea con suavidad, y la sonrisa le vuelve a los labios, a todos ellos, después se separan, cada uno toma su camino, cada cuál llega a casa, y cada cuál sigue su vida.

Cuándo por fin llega a la cama no tiene sueño, su marido está leyendo, junto a ella, le mira, le sonríe, le busca, le encuentra, vaya si le encuentra, le encuentra tanto que por una vez admite ser su esclava, y le llama Amo mientas Él por fin, consigue usarla.

Un saludo

Karl H